Tuesday, July 15, 2014

Hortalizas de nuestro huerto....

 
Las hortalizas caseras no solo pueden convertirse en una fuente de salud, también representan una vía a la autonomía alimenticia e incluso un manifiesto contracultural.
 
Mucho se ha hablado en años recientes sobre las lamentables prácticas de la industria alimenticia. A través de múltiples vías hemos comprobado que hace tiempo que la calidad de los productos, y su relación con nuestra salud, dejo de ser una prioridad para el mercado del alimento. Por el contrario, este se rige por leyes de mayor producción en menor tiempo y a menores costos, con el fin exclusivo de hacer más rentable su negocio.
De la mano de esta ‘nueva conciencia’ se ha desatado una moda alrededor de nuestros hábitos alimenticios: el boom de la comida orgánica. Si bien existe un debate en torno a las reales ventajas de lo orgánico sobre el resto, polémica bastante compleja si tomamos en cuenta los enormes intereses comerciales que hay en juego, lo cierto es que, por un lado, sin duda los alimentos orgánicos son ‘más naturales’, tal vez más nutritivos, y sin duda tienen mejor sabor –o un sabor más real–. Pero por otro lado, no deja de ser un tanto chocante el hecho de que para proveerte de alimentos orgánicos tengas que pagar dos, tres o hasta cuatro veces más por el producto, y que generalmente tengas que asistir a mini supermercados boutique envueltos en un halo de ‘saludable frivolidad’.

Más allá de que con un poco de dedicación puedes enterarte de ciertas plataformas donde se comercializan alimentos orgánicos sin marcas o establecimientos intermediarios, en los que puedes adquirirle alimento directamente a pequeños proveedores (por ejemplo, en la Ciudad de México existe el “Mercado el 100”), lo cierto es que la verdadera solución parece estar en nuestro hogar: las hortalizas caseras.

Por cierto, para muchos de nosotros la idea de dedicar tiempo a montar y cuidar una hortaliza en casa parecerá algo imposible. La agenda está saturada y nuestra rutina diaria simplemente no tiene cabida para una actividad de este tipo. En este sentido lo único que podría decir es que, si en realidad no tienes tiempo para garantizarte una alimentación digna y saludable, entonces lo más probable es que haya algo mal planteado en tu modelo de vida, y quizá hoy sea un buen día para comenzar a tomar medidas al respecto. Se dice fácil, no lo es, pero tampoco hay pretexto alguno que sea suficiente para no hacerlo.

Al implementar una hortaliza en tu patio, terraza, balcón o jardín, estás de algún modo estableciendo un compromiso activo con tu alimentación, pero también con tu autonomía. Al hacerlo no solo tendrás que dedicarle un cierto esfuerzo a montarla y a cuidarla –lo cual seguramente te sensibilizará frente a los procesos naturales del cultivo–, te obligarás a “meter las manos a la tierra”, a observar sus ciclos de desarrollo, y a designar en tu agenda un espacio para esta actividad. Lo anterior en si ya es una especie de meta-alimento, de terapia, que indudablemente te aportará beneficios, y que probará ser bastante útil para combatir lo que a mi juicio es uno de los grandes enemigos de la actual sociedad urbana, la comodidad. Pero además, eventualmente estarás insertándote en un ritmo de auto-abastecimiento, al menos parcial, y estarás satisfaciendo una necesidad vital sin la obligación de participar en la generación de ‘nuevos mercados’ –por ejemplo, el ‘eco-amigable’.

En la medida que la implementación de hortalizas urbanas se popularice, no solo nos permitirá combatir la aletargante comodidad y dotar de congruencia tangible nuestro discurso pro-saludable o eco-inspirador, sino que también estaremos ejerciendo una presión significativa sobre la nociva industria que controla casi por completo la alimentación urbana alrededor del mundo, orillándola a revisar sus prácticas y su filosofía. Y lo estaremos haciendo a través de la única forma que podemos llamar su atención: afectando sus volúmenes de venta, sus ganancias. Y por si no fuese suficientemente positiva la adopción de esta práctica, también estaríamos dando un paso interesante, o al menos un humilde ensayo, hacia la autonomía, en este caso alimenticia, frente a gobiernos y corporaciones (curiosamente hoy montar una hortaliza podría considerarse más contracultural que incurrir en actos de vandalismo, o publicar unos fragmentos de anarco-poesía).

Mete las manos a la tierra y date de comer.